viernes, 22 de marzo de 2013

Monseñor Romero: "Un Santo Asesinado por Motivaciones Políticas"



En su primer viaje a Centroamérica en 1983, el papa Juan Pablo II se detuvo inesperadamente en la catedral de San Salvador. En el interior de sus muros de ladrillo rojo y cemento armado, el papa se arrodilló para orar sobre la tumba del arzobispo Óscar Arnulfo Romero, asesinado tres años antes. El papa calificó a Romero de «celoso Pastor a quien el amor de Dios y el servicio a los hermanos condujeron hasta la entrega misma de la vida». Aunque sobria, la oración es digna de mención: menos de un año antes de la muerte de Romero, el papa había estado considerando el envío de un administrador apostólico para regir la archidiócesis en sustitución de Romero.

Tomado de Douglas Marcouiller
Mons. Romero «Sentir con la Iglesia»
. Sal Terrae 2004


Mientras celebraba el sacramento de la reconciliación, una bala asesina atravesó la casulla y el corazón de Óscar Arnulfo Romero. El único «delito» que se le conoce al arzobispo de San Salvador es explicar el Evangelio, hacer oír su voz desde el incómodo papel de profeta de la verdad, y eso es cosa que forzosamente atrae la violencia de quienes no aceptan más soluciones que las impuestas por ellos.

Monseñor Óscar Romero estaba muy lejos de ser un «curita exaltado», muy lejos de ser un revolucionario de turno. Era, sencillamente, un hombre bueno, un obispo que había tomado radicalmente en serio su deber de pastorear -y, por tanto, defender- a sus fieles. Por carácter, por temperamento, era un hombre pacífico, amigo del diálogo, pero lúcido también ante la realidad de la violencia padecida por los oprimidos.

Como un nuevo Tomas Becket, solo que un tiempo mas moderno, pero talvez un tanto mas violento, Monseñor Romero cae abatido por una bala luego de oficiar una misa, cae muerto en presencia de muchos, muchos fueron los que escucharon su voz por ultima vez, vieron como se desplomo, vieron creo yo el ultimo suspiro de aquel sacerdote que pregonaba la igualdad social, que rechazaba la injusticia que se vivía, en aquellos días, el que clamaba por el cese de la represión en contra la clase mas oprimida en El Salvador.

Realmente mucho se habla de su vida y obra, igualmente de su muerte, de quienes lo mataron y del porque lo mataron.
Existe un gran debate, que divide en gran manera las posiciones de muchos a la hora de dilucidar cuales fueron las causas materiales del porque, del magnicidio de Monseñor Romero, siendo Monseñor un hombre de fe, un hombre honorable, que pregonaba al pie de la letra el evangelio, aducía que como pueblo, debíamos, de regirnos por los principios rectores, derivados de la enseñanza de Jesús. 

Monseñor y la Política?

Monseñor Romero denunciaba cada semana los crímenes cometidos en el país. De uno y otro signo. No dudaba en condenar a las organizaciones que desde la izquierda política dedicaban todas sus fuerzas a la organización y a la acción política para «cambiar al hombre salvadoreño». Pero al mismo tiempo removía la conciencia del país recordando que quien tiene una fe sin obras no puede esperar la salvación.
Es por ende que monseñor hablaba de crear una sociedad distinta, una sociedad en donde la represión quedara por fuera, un país distinto, en donde los pobres tuvieran oportunidades.

En la homilía del 17 de febrero de 1980, Monseñor Romero dijo con claridad que no intentaba, de ninguna manera, hacer política, aun en aquellas circunstancias en que, por una necesidad del momento, se veía obligado a "iluminar" la política de su patria, como pastor, desde el Evangelio. «Es, decía el, una luz que tiene la obligación de iluminar los caminos del país y aportar, como Iglesia, la contribución que, como Iglesia, tiene que dar». Anteriormente había declarado a la televisión suiza lo siguiente: «La mía, no es una predicación política, sino evangélica, para iluminar la política como nos manda el Concilio, cuando recuerda el derecho y la obligación que la Iglesia tiene de iluminar desde la ética cristiana las diversas actividades humanas, entre las cuales está la actividad política»

Es decir que con su labor a favor de los pobres, ilustrándolos sobre sus derechos, hablándoles sobre un estado de bienestar social, con mayores libertades, con menos injusticias y con menor opresión, trataba de manera directa, cambiar las políticas represoras de los gobiernos de aquellas épocas, y de cierta forma cambiar el régimen instituido en El Salvador,  por aquellos poderosos que de esa forma vivían bien en El Salvador.

Muchos confunden la labor de Monseñor Romero, y aducen erróneamente que su labor fue a favor de una tendencia ideológica (una forma de hacer política) cosa que no es cierto, porque Monseñor Romero, nunca opto por ser parte de ningún grupo de Izquierda, ni de el FMLN, puesto que ni existía en aquellos días, como organización.

Monseñor Romero no estaba a favor de la violencia, mas sin embargo se pronunciaba a favor  del Derecho Constitucional de insurrección que tenia el pueblo, otra forma de cambiar la situación política, y ojo, no hablo de política partidaria, a favor de ninguna corriente ideología, mucho menos de alguna organización de aquellos días.
Su labor era a favor de los pobres, estaba con ellos, exigía al gobierno y a los grupos paramilitares de aquella época, el cese de la violencia, no mas muertes, no mas desapariciones, no mas torturas, el reconocimiento de los derechos humanos, no mas fraudes electorales, algo "Justo".

Claro, a los que ostentaban el poder en aquellos días, no les parecía lo que Monseñor Romero pregonaba, puesto que su labor interfería en sus planes.
Monseñor exigía un cambio, un cambio político y radical, un cambio en favor de los oprimidos (como ya lo dije).

Monseñor Romero con sus acciones y sus enseñanzas del evangelio, trataba la manera de llevar a cabo esos cambios, sin dejar a un lado su labor como pastor.
Monseñor Romero, pregonando con su enseñanza a favor de un estado en donde la riqueza estuviera mejor distribuida proporcionalmente, con mas justicia social, con igualdad de oportunidades para los pobres, con cero represión de parte de el Estado,  un El Salvador con mayor libertad, en donde se hicieran cumplir los Derechos Humanos, obviamente esa posición tomada por Romero, basándose en la Doctrina de la Iglesia, lo hizo ver como un actor Político  en El Salvador, antagónico a las fuerzas opresoras y dominantes de la época.

Monseñor Romero era odiado, la fuente de ese odio, recaía en su postura a favor del pobre, odiaban su forma de comportarse, odiaban la forma fehaciente en la cual el recriminaba a los opresores su forma violenta de actuar, odiaban su enseñanza del evangelio, de amor, fe e igualdad, decía que la forma en la cual la clase dominante había creado un estado de exclusión y desigualdad, era "inmoral" (tal cual lo alega, la doctrina de la iglesia católica).

Es decir, Monseñor Romero pregonaba una teoría basada en la fe, en la enseñanza de la iglesia, el actuar de monseñor se debía por completo a su fe, es decir, era odiado por tener tener fe, por defender a sus hermanos a los que el tanto amaba, a aquellos a los que nadie defendía, y eso, no le gustaba a los poderosos.

Monseñor no era comunista, no estaba a favor de la Teología de la Liberación, monseñor basaba sus posturas en el Evangelio.

Su accionar motivado por la fe, a Monseñor lo convirtió como ya lo dije un actor político, el cual pregonaba con solidez y valor,  una conversión a favor del pueblo, claro esas posturas ponían en quiebra la solidez de aquel régimen represor.  
Ante esta radical contestación del orden, tal como sucedió en tiempos de Jesús  los opresores y oligarcas reaccionaron violentamente.
Satanizaron la imagen de Monseñor Romero, lo insultaban, lo acusaban de comunista y de ser la cabeza política ideológica de las organizaciones de izquierda, esparcen noticias insidiosas para perjudicarle y desacreditarlo. Pero Monseñor no se intimida, continua predicando el evangelio y pregonando un cambio radical por crear un estado mas justo libre de homicidios y violencia en contra del campesino, basándose en la fraternidad universal y la trasformación del corazón.


Finalizando llego a la conclusión y determino (desde mi humilde perspectiva) que Monseñor Romero muere por la fe,  los que lo mataron no aceptaban el mensaje que Monseñor pregonaba, no aceptaban la palabra del Evangelio, y por ende no aceptaban la fe que Monseñor tenia en el único Dios, el Dios de Amor, de igualdad y justicia. Claro, las motivaciones por las cuales Monseñor obraba a favor del pueblo y en contra de los opresores, no eran políticas, mas bien el fundamento era, el amor que tenia hacia los pobres y desprotegidos, era la voz de los sin voz, pero, lo que creo define el dilema, es que, las motivaciones por las cuales los opresores matan a Monseñor fueron totalmente políticas.
Lease que hago la diferencia, entre la obra de monseñor, que fue lo que lo motivo, hacia donde lo llevo su obra y en que lo convirtió, en vida, y posteriormente, dilucido los motivos políticos que tuvieron los opresores, para matarlo, debido a que se inmiscuía en sus actividades, era un estorbo dicen algunos. 

Porque la Izquierda se apropia de la figura de Romero, sin intención, Monseñor, estuvo del lado de la clase que luego de su muerte en gran medida paso a formar parte de la guerrilla.

Pero, ese es otro tema, que pretendo tocar mas a fondo, dilucidar un argumento un tanto valido.


  • El diario del Vaticano, L'Osservatore Romano, dedica este jueves dos amplios artículos a la figura del monseñor salvadoreño Oscar Arnulfo Romero, asesinado en marzo de 1980 mientras oficiaba misa y defiende su beatificación como mártir de la Iglesia.
  • "Monseñor Romero, más allá de los que se dice, contó con la solidaridad de dos pontífices (Pablo VI y Juan Pablo II), como lo documenta el diario del mismo Romero. Eso constituye un punto firme" para el proceso de beatificación, escribió el vice director del diario, Carlo Di Cicco.
  • Se trata de la primera vez que el diario de la Santa Sede dedica tanto espacio a monseñor Romero, cuya figura de persona comprometida con la defensa de la justicia social, divide a la misma jerarquía de la Iglesia católica.
  • "Monseñor Romero fue víctima de la polarización política, que no dejaba espacio a la caridad y a que ejerciera como pastor. Fue contrario tanto a la violencia del gobierno militar como a la de la guerrilla y vivió como pastor el drama de su rebaño", escribe en el mismo diario monseñor Vincenzo Paglia, postulador de la causa de beatificación.
  • Monseñor Romero fue asesinado por un francotirador de los escuadrones de la muerte el 24 de marzo de 1980, mientras oficiaba una misa en la capilla del hospital para cancerosos Divina Providencia de San Salvador.
  • "Parecía monstruoso el asesinato de un obispo en el altar. La respuesta fue: no se sabe aún el color de la bala que mató al arzobispo", contó Di Cicco, que conoció a Romero dos meses antes de su asesinato.
  • En febrero pasado, el prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, el cardenal portugués José Saraiva Martins, negó que se quiera obstaculizar la beatificación de monseñor Romero y explicó que la demora se debe a que se debe determinar "con claridad" su martirio, es decir si murió por 'odio a la fe' o por razones políticas.
  • "El mismo Juan Pablo II ha reconocido públicamente su figura, cuando visitó su tumba en circunstancias dramáticas y también cuando lo citó entre los mártires del siglo XX y oró por el 'inolvidable monseñor Oscar Romero, asesinado en el altar'", subraya Di Cicco.
  • Por su parte Paglia recuerda que Romero "era la persona más respetada de su país y por pedir insistentemente que se aplicara la doctrina social de la Iglesia fue acusado de ser comunista, aunque siempre condenó el comunismo y nunca cambio de opinión sobre ello", escribió.




lunes, 18 de marzo de 2013

Monseñor Romero, un poco de historia.




Algo interesante que encontré por ahí y decidí transcribirlo, espero les guste, a mi me pareció bastante bueno:

En su primer viaje a Centroamérica en 1983, el papa Juan Pablo II se detuvo inesperadamente en la catedral de San Salvador. En el interior de sus muros de ladrillo rojo y cemento armado, el papa se arrodilló para orar sobre la tumba del arzobispo Óscar Arnulfo Romero, asesinado tres años antes. El papa calificó a Romero de «celoso Pastor a quien el amor de Dios y el servicio a los hermanos condujeron hasta la entrega misma de la vida». Aunque sobria, la oración es digna de mención: menos de un año antes de la muerte de Romero, el papa había estado considerando el envío de un administrador apostólico para regir la archidiócesis en sustitución de Romero.
Romero fue consagrado como arzobispo de San Salvador el martes 22 de febrero de 1977, en una discreta ceremonia en la iglesia anexa al seminario de San José de la Montaña. No era aún tiempo de guerra; faltaban todavía unos años para masacres como las de Río Sumpul y El Mozote. Tres sacerdotes habían sido expulsados del país durante el mes precedente, y la casa de un cuarto sacerdote había sido bombardeada. La tensión política fue, pues, una de las razones de tan discreta entronización de Romero como arzobispo de la capital. Otra razón de la discreción de la ceremonia fue la incertidumbre de la archidiócesis respecto del nuevo arzobispo. Muchos esperaban lo peor. Jesús Delgado, sacerdote que más tarde colaboró estrechamente con Romero, dice que cuando Romero comenzó a hablar aquella mañana, «el silencio era sepulcral».
Romero no era un desconocido. Ordenado obispo en 1970, había prestado servicio como auxiliar en San Salvador hasta ser transferido en 1974 a la diócesis de Santiago de María. En San Salvador no había estado en sintonía con la línea pastoral progresista del sempiterno arzobispo Luis Chávez, ni del otro auxiliar, Arturo Rivera Damas.
Hay quien afirma que la línea pastoral de Romero comenzó a cambiar durante su servicio episcopal en Santiago de María. Allí fue ?dice Urioste? donde Romero empezó a ver a los pobres no sólo como personas a las que ayudar, sino como protagonistas de su propia vida. Sin embargo, incluso en Santiago de María Romero se dio a conocer por reestructurar un centro de formación catequética inspirado en los documentos de Medellín. Además, no protestó públicamente cuando la Guardia Nacional asesinó a cinco campesinos en Tres Calles y a otro más en un lugar cercano, aunque sí escribió una carta privada de protesta al Presidente. No resulta sorprendente que algunos no consideraran a Romero adecuado para el ministerio de arzobispo, dadas las circunstancias del país. Urioste, que posteriormente fue vicario general de Romero, ni siquiera acudió a la entronización.
El primer mes de Romero como arzobispo resultó dramático. Ante la evidencia de fraude en las elecciones presidenciales, los manifestantes se congregaron en el centro de la ciudad. El 28 de febrero, las tropas dispararon contra la multitud, y numerosas personas huyeron a refugiarse en la iglesia de los dominicos. Decenas de personas fueron asesinadas.

El 5 de marzo, la Conferencia Episcopal salvadoreña redactó una carta condenando violaciones concretas de los derechos humanos y haciendo referencia, asimismo, a estructuras sociales fundamentalmente injustas. La carta debía ser leída en las misas del domingo 13 de marzo. El 12 de marzo, Romero se echó atrás, según contó posteriormente el obispo Rivera Damas. El 12 de marzo al mediodía, Romero dijo a Rivera: «Esta carta es inoportuna, esta carta es parcial. Esta carta no sé por qué se ha emanado». Aquella misma tarde, el jesuita Rutilio Grande, párroco de Aguilares, y dos compañeros fueron asesinados cuando iban a decir misa en El Paisnal. Aquella noche, Romero acudió a Aguilares, y algo ocurrió. Tal como Rivera lo cuenta, Romero no sólo leyó la carta en la misa dominical del día 13, sino que su comentario fue tan hermoso que «estuvimos viendo cómo la sabiduría de Dios estaba con él. A partir de entonces, ese hombre cambió...».
La respuesta de Romero a la muerte de Rutilio fortaleció su identificación con la archidiócesis. Lejos de callar, Romero empezó a predicar más aún y con enorme fuerza. Se dice que eran tantas las personas que sintonizaban en la radio sus homilías dominicales que se podía ir por la calle sin perderse ni una frase, porque se iba enlazando el sonido de la radio de una persona con el de la siguiente. Pero Romero no sólo hablaba, sino que también escuchaba, a sacerdotes y campesinos, a trabajadores y hombres de negocios.
El general Romero tomó posesión de la presidencia de El Salvador el 1 de julio de 1977 y el arzobispo Romero había establecido la política de no acudir a ceremonias oficiales hasta que el gobierno comenzara una investigación seria sobre los asesinatos de Aguilares, y, apartándose de una inveterada tradición, se negó a asistir a la ceremonia de toma de posesión.

La persecución arreciaba contra la Iglesia. Romero lo explicaba así: «En la raíz de todo estaba un gobierno manipulado por un capital intransigente y dispuesto a no dejar hablar a la Iglesia su mensaje integral, que despierta la conciencia crítica del pueblo». El obispo Marco René Revelo, por entonces obispo auxiliar de Santa Ana, interpretaba la situación de modo distinto. En el Sínodo de Obispos de octubre en Roma, Revelo dijo: «Los catequistas rurales, los mejor preparados, los más conscientes, los que han tenido siempre mayor capacidad de liderazgo, están cayendo muy deprisa en las redes que el Partido Comunista y los grupos de extrema izquierda maoísta les tienden, y se están integrando rápidamente en sus filas». Dos meses después, el obispo Revelo fue trasladado por la Santa Sede de Santa Ana a San Salvador para ser auxiliar de Romero.
Roma se inmiscuyó en la cuestión y el cardenal Baggio, prefecto de la Congregación para los Obispos, invitó a Romero a Roma para un «fraterno e amichevole colloquio».

La gente que recurría al sistema judicial salvadoreño en busca de ayuda en lo relativo a los presos políticos y los «desaparecidos» no la encontraba. El habeas corpus no tenía significado alguno. La tortura continuaba. Romero así lo dijo en su homilía del 30 de abril de 1978. En respuesta, La Corte Suprema de Justicia desafió a Romero a «dar nombres» de jueces corruptos. Romero, no dispuesto a exponerse a las denuncias de personas concretas, respondió con una relación tan clara de problemas sistemáticos que la Corte Suprema renunció a su ataque.
La recesión económica y la represión militar fortalecieron a las organizaciones de base, en lugar de destruirlas. Muchos miembros activos de esas organizaciones eran también católicos activos. El arzobispo Romero y el obispo Rivera Damas, que había sido trasladado de Santiago de María, donde había sucedido a Romero, clarificaron la relación entre la Iglesia y las organizaciones populares en una carta pastoral conjunta de agosto de 1978, que hicieron coincidir con la fiesta patronal de San Salvador, la Transfiguración.
El padre Ernesto Barrera fue asesinado el 28 de noviembre de 1978. El año 1979 se inauguró con un ataque de las fuerzas gubernamentales contra una pequeña casa de ejercicios de San Salvador, «El Despertar». Cuatro adolescentes participantes en el retiro y el padre Octavio Ortiz, joven sacerdote al que el propio Romero había ordenado, fueron asesinados.
Uno de los momentos más bajos de 1979 fue la visita de Romero a Roma en mayo, que era la tercera como arzobispo. Después de muchos esfuerzos, Romero consiguió una audiencia con el papa Juan Pablo. Mientras Romero estaba en Roma, las fuerzas de seguridad dispararon contra los participantes en una manifestación frente a la catedral de San Salvador, con el resultado de veinticinco muertos y numerosos heridos.
Hubo un cambio de gobierno «La Segunda Junta» a la que ofreció diálogo Monseñor Romero. Pero a medida que iban pasando las semanas, se iba viendo claramente que cualquier esperanza de reforma era vana. Los oficiales jóvenes y los miembros civiles del gobierno eran incapaces de arrebatar el control militar efectivo de las manos de los antiguos líderes de la línea dura, uno de los cuales conservaba el puesto de ministro de defensa. Los miembros civiles del gobierno más dignos de confianza dimitieron en enero de 1980, «en protesta por la imposibilidad de llevar adelante las reformas prometidas por el movimiento del 15 de octubre». La represión aumentó dramáticamente bajo la «Segunda Junta», alianza de los demócrata-cristianos con los militares apoyada por los Estados Unidos.

El 22 de enero, Romero escribió en su diario que se había abierto fuego contra una gran manifestación pacífica de organizaciones de izquierda, matando a mucha gente. Sólo de las escaleras de la catedral se recogieron once cuerpos. El gobierno dijo a Romero que ellos no eran responsables, pero Romero escribió: «Muchas voces de testigos señalaban que los guardias que estaban en el balcón del Palacio Nacional habían tiroteado a la muchedumbre», al igual que harían durante el funeral del propio Romero. Unas cuantas semanas después, cuando se anunció que los Estados Unidos estaban considerando la ayuda militar al gobierno, Romero escribió una carta de protesta al presidente Jimmy Carter.
Romero hizo su última visita al Vaticano a finales de enero de 1980. La visita incluyó una audiencia con el papa Juan Pablo, que finalizó con un «abrazo muy fraternal». Romero escribió que dejó la Santa Sede habiendo «sentido la confirmación y la fuerza de Dios para mi pobre ministerio». Urioste afirma que, incluso entonces, Romero fue mal entendido por el Vaticano, que siguió creyendo que era demasiado activo en el terreno político.
El domingo 23 de marzo predicó una homilía que tituló: «La Iglesia: un servicio de liberación: personal, comunitaria y trascendente». Suele citarse una frase de esta larga y compleja homilía: «En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión...!». Al día siguiente tuvo varios encuentros. Fue después a la residencia de los jesuitas de Santa Tecla a hablar con Segundo Azcue, que era su confesor. Volvió al hospital en que vivía a celebrar la misa vespertina. A la finalización de la homilía, cuando Romero estaba extendiendo el corporal sobre el altar, fue asesinado por un francotirador.
Veinticinco años después, monseñor Romero sigue enterrado en el sótano de la catedral de San Salvador con un tiro a la altura del corazón. Creyeron apagar su voz en 1980, pero su voz, desde entonces, no ha hecho más que amplificarse por el mundo entero, encadenándose como su voz por la radio, como aquel sonido de campanas que escuchó en Roma y que grabó para que las oyeran sus campesinos de El Salvador, como si se tratara del latido de su corazón viajando siempre en su pueblo.



Tomado de Douglas Marcouiller
Mons. Romero «Sentir con la Iglesia». Sal Terrae 2004



Poema a "Monseñor Romero".





Quien iba a creer que aquel niño pobre
Que nació en Ciudad Barrios
De mi querido San Miguel,
Seria el hombre que llevaría aliento
A personas desprotegidas,
En tiempos de dictadura.

A quien no le importo las amenazas,
El solo quería y lo hizo: hablar la verdad,
Denunciar las hostilidades
De aquel El Salvador derrotado por el autoritarismo.

Donde cruzaste la montaña más alta
Para llegar a aquel pueblito que necesitaba de ti,
Monseñor Romero eres el que dio la vida por un pueblo,
Por tu pueblo.

Como un mártir te fuiste
En tu consagración de vida,
Tal vez nunca habrá otro igual a ti
Porque todo El Salvador te adora
Y todo mundo te conoce,
Gracias por todo.

sábado, 16 de marzo de 2013

Monseñor Romero y los que lo "Odian".



Tristemente me detenía a leer hace un par de días cierta clase de "tweets", por cierto mal elaborados, con pésima ortografía, escritos con cierto lenguaje un tanto radical, desenfundando de manera ingrata un odio en contra de una figura que para muchos es un símbolo de amor, paz, respeto. Así es, intensifique mi lectura esperando encontrar un error o al menos algo que "fundamentara" el porque esa clase de comentarios impregnados con el odio mas radical, mas no encontré ningún tipo de coherencia en dichos tweets.

Me dio un poco de enojo y pena por lo que estaba observando, puesto que dichos comentarios llenos de odio iban hacia la memoria de "Monseñor Romero", para muchos (incluyéndome) "San Romero", así es, el santo "no canonizado" legalmente, pero declarado desde el momento de su muerte como tal, dentro de los corazones de muchos salvadoreños,.

En fin sigamos, me pregunte, realmente Monseñor Romero puede ser odiado? porque motivo puede ser odiado? quienes lo pueden odiar? y hasta que extremo puede llegar ese odio tan representativo en su pensamiento fascista?.

Personalmente da tristeza observar a jóvenes, jóvenes con no tan bastos conocimientos obviamente sobre la  historia de El Salvador, la verdadera historia claro. Mas bien impregnados por el pensamiento ultra-derechista, visceral e irracional interpuesto en sus mentes juveniles por personajes dañinos para la sociedad actual, personajes del pasado, obsesionados con la cultura de odio y exclusión que desde siempre ha marcado la historia de El Salvador.

Jóvenes que no saben nada sobre Monseñor Romero, su vida y obra, el porque de su cruel homicidio, quien fue el autor material e intelectual de dicho homicidio, sobre los temidos escuadrones de la muerte, sus cruentas acciones, los orígenes del partido ARENA, quienes lo fundaron y que clase de personas lo fundaron. Lo mas lamentable, es que casualmente, son jóvenes que erróneamente tienen la osadía realizar comentarios de odio en contra de Monseñor Romero y a la vez, defender de manera férrea, a la persona acusada de haber sido el que planifico dicha acción, sin fundamento alguno, cegados por el pasionismo dogmático de ultra-derecha que tanto daño le hace a nuestra sociedad.

Hace unos años atrás, cuando mi ignorancia era mayor, no creí posible que existieran personajes que pudieran odiar a Monseñor Romero, dicho sea de paso, en mi núcleo familiar, siempre me mostraron el lado positivo de Monseñor, su ejemplar obra, su magno legado espiritual, por ende, yo encontraba equivoco el hecho de que personas plasmaran comentarios en contra de la figura de Monseñor, puesto que para mi es un Santo, sinónimo de paz y amor.
Yo jamas pensé con encontrarme con esta clase de personas con este tipo de actitudes, que para mi forma de ver las cosas son aberrantes, incomprensibles, sin fundamento lógico, marcadas como ya dije, por la irracionalidad que caracteriza a la derecha, y no es que yo enceguecido por mi dogmática ideológica lo diga de esta forma, al contrario, con fundamento critico, yo defiendo la figura de Monseñor Romero, tomando como punto clave, su gran obra, su labor de inclusión y acercamiento a las comunidades mas pobres, representando así, una figura "paternalista" hacia esos mismos sectores a los cuales la derecha tanto reprimía en aquellos días de mayor convulsión  social, un representante de las masas excluidas, como el mismo lo decía, era "La voz de los sin voz", un magno ejemplo de valor, sin temor alguno a represalias, que al final de cuentas, le termino costando la vida y convirtiéndole en una figura "Inmortal".

Dilucidando me quedo igual, sin saber cuales son los fundamentos lógicos, del porque algunos Jóvenes y viejos odian la figura de Monseñor Romero, no hay un porque? (con signo de pregunta).
Si hoy en día muchos siguen aclamando con fervor la figura de Monseñor Romero, ricos y pobres, de toda clase de gente, pero cierto sector sigue con esa forma tan aberrante de pensar, aun creen en su papel de "Autodefensas Civiles", inculcando el odio, la intolerancia en los jóvenes, por medio de grupos de ultra-derecha y principalmente por partido radical que representa a la derecha "criolla" salvadoreña, la mas repulsiva inclusive a nivel regional, lamentable.

Pastores evangélicos, avivando la fuente de dicho odio hacia Monseñor Romero, contribuyendo con el progreso social de esa doctrina ultra-derechista y lesiva, pregonando un discurso vació, irrespetuoso hacia la memoria de Monseñor, dejándose llevar por el pasionismo radical de derecha y claro, valiéndose de sus puestos de "pastores", cuando se supone que son ellos los que deberían de infundir a nivel social, la doctrina social del cristianismo puro, pero que deliberadamente se someten a su pensamiento de derecha.

Monseñor Romero era una persona que amaba a su pueblo, hablaba con la verdad, sin temor, tildado de guerrillero erróneamente, con sus frases motivaba a la gente, con su lenguaje lleno de amor y comprensión, te enseñaba a usar el cerebro, estaba con las masas, con la gente que sufría, eso no le gustaba a la derecha, para ellos representaba el "mal" encarnado en un sacerdote (una verdadera estupidez, para mi), representaba el "comunismo", tenían que acabar con el, varios ultimátum para Monseñor Romero, hasta que por fin en una capilla callaron al señor Romero, puesto que para la derecha había que eliminar al "barbado", pues que te enseñaba a usar el cerebro.

Una figura oscura actualmente, ahora es el estandarte de guerra de cierta agrupación de derecha en El Salvador, de los mismos que quemaron los maizales de los pobres, aquella figura que pregonaba con acabar con los guerrilleros con su lenguaje poco cultivado, aquel al cual se le acusa de causar la muerte de Monseñor Romero, aquel que a su muerte, algunos se olvidaron de ese hecho y lejos de recriminar esa figura oscura, al contrario en "Bronce" lo inmortalizaron. 


Monseñor Romero, como dice una frase que escuche por ahí, "hablar con franqueza equivale, un tiro en la cabeza", algo similar ocurrió con San Romero.

Creo que el tema es demasiado extenso, perdón si por un momento, me salí del tema inicial, pero había que hacerlo, hay cosas que no me agradan, una de ellas, que retrogradas e irracionales ultra-derechistas blasfemen en contra de la figura de Monseñor Romero, un santo que vive en los corazones de muchos.





lunes, 4 de marzo de 2013

Libertad de Opinión, Difamación, Calumnia e Injuria.

La libertad de opinión debe ser defendida como uno de los grandes logros del mundo moderno. Como diría la escritora inglesa Evelyn Beatrice Hall (1868–1919), en una frase erróneamente atribuida a Voltaire: “Estoy en desacuerdo con tus ideas, pero defiendo tu sagrado derecho a expresarlas”.




Opinar no debe estar en duda. Cada persona tiene derecho a la libre expresión, limitarla o anularla es simplemente un atropello a un derecho básico. De hecho el Artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos la consigna como un derecho fundamental. 
Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y de recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.
Sin embargo, una cosa es opinar y expresar libremente y otra forma distinta es la difamación, la calumnia y la injuria. Algunas personas no logran entender la diferencia. 

Difamación 

Una opinión difamatoria tiene como objetivo destruir la honra y el prestigio de una persona. Cuando es oral, constituye un agravio, puesto que tiende a no trascender. Cuando es escrita toma la forma de un libelo puesto que queda consignado en un medio fijo, sea electrónico o en papel. En ambos casos, es difamación. 

Lo que se dice es una mezcla de mentira y verdad, no obstante, los lectores u oidores, que reciben la información, no pueden distinguir claramente entre la verdad y el error. La ambigüedad es una de las características de la difamación. 


Un ataque difamatorio es siempre una acción a mansalva. Es expresar opinión basado en rumores, informaciones parciales, mentiras, medias verdades, ambigüedades, énfasis desproporcionados y datos parciales. 

La mayoría de los países defiende el derecho de las personas a la libre expresión. No obstante, muchas de ellas han creado leyes para condenar la difamación. Lo primero es un derecho, lo segundo un delito. 

Injuria 

La injuria es prima hermana de la difamación. La expresión injuria viene de una expresión latina compuesta que significa "lo contrario al derecho". 

Es injuria todo acto dirigido contra una persona con el fin de perjudicar su reputación, o que atenta contra su autoestima, y que llega a ser conocido por terceros, en una acción lesiva y con publicidad en cualquier medio social. 

Puede expresarse en expresiones soeces, de desvalorización, atribuir malas o segundas intenciones, dar información parcial para hacerse una idea equívoca de otro, despreciar ideas o comportamientos de otros, comparaciones denigrantes, expresiones ofensivas, motejar, mofarse o burlarse de algún individuo. Por lo tanto, todo lo que tienda a destruir la honra de otra persona, puede considerarse un acto injurioso. 


Calumnia

La calumnia está emparentada con la injuria, se constituye en tal cuando una persona emite una declaración falsa sobre otro individuo. Para que se configure el delito, la falsedad debe ser comunicada de manera oral o escrita en cualquier forma posible.

Siempre en la calumnia hay una acción intencional de dañar y sembrar dudas sobre la honorabilidad de una persona. Se constituye en delito toda vez que se cause no sólo daño efectivo en situaciones laborales o sociales, sino también por los efectos psicológicos que provoca en las personas calumniadas. 


La ética de la libre expresión 

La libertad de expresión debe ser éticamente sustentable. Afirmar algo sin base ni sustento no es libre opinión sino difamación. 

Un comportamiento ético que se basa en principios entiende que toda persona tiene derecho a tener un buen nombre y una buena reputación. 
Alguien puede estar equivocado, podemos opinar de sus ideas, incluso sobre su comportamiento, pero siempre cuidando de no atacar al individuo sin base ni sustento. Aún cuando sea errado su accionar tiene derecho a ser considerado inocente, hasta que no se demuestre lo contrario. 

La delgada línea 

Hay una delgada línea entre la denuncia y la difamación. Cuando algo no está bien y algún momento es necesario denunciarlo es un deber moral hacerlo, no obstante, es preciso que sea atendiendo a los hechos exclusivamente, sin declarar algo más. 

Cuando se denuncia algo, pero sin sustento, basado en opiniones sin fundamento se está ante un acto difamatorio, por mucho que nos moleste la conducta u opinión que pretendemos denunciar. 

El derecho a opinar

Nadie debe ser privado de su derecho a opinar. La libre expresión es un derecho fundamental consignado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Sin embargo, la libre expresión está reñida con formas de actuación que constituyen delito: Difamación, injuria y calumnia. 

Los religiosos, especialmente, deberían ser instruidos en la lógica de la expresión libre de la opinión para no caer en excesos que invaliden de hecho sus propias verdades.

Opinar es un derecho. Injuriar, difamar, calumniar es un delito. Distinguir una conducta de la otra es clave para un buen entendimiento entre los seres humanos.