jueves, 12 de diciembre de 2013

"Rumorología", la estrategia obsoleta de la derecha.


Cuando el discurso político pierde credibilidad, con frecuencia se recurre al rumor y a la promesa sin fundamento. En un país como El Salvador, donde la democracia se mueve en una eterna incertidumbre, el rumor y la incertidumbre se convierten en arma para la toma del poder político por parte de improvisados grupos y líderes de pacotilla.

Los rumores son especulaciones no confirmadas que se intentan dar por ciertas con un fin determinado y que buscan condicionar el comportamiento de los demás por encima de la verdad. En las sociedades tradicionales, el rumor corría de “boca en boca”; con los modernos medios de comunicación, los rumores tienen una fuerza extraordinaria para formar opinión. Los promotores de los rumores se cuidan mucho cuando promueven un rumor o una vulgar intriga, nunca señalan fecha, lugar y autores directos de sus patrañas.
Los aciertos o tropiezos de los candidatos presidenciales dan muestra de la eficacia de su comunicación.
 La comunicación formal o informal juega un papel importante y trascendente dentro de una campaña electoral. La transmisión adecuada de la información es primordial para contar con una campaña eficaz; la eficacia en la transmisión de los mensajes dependerá de la elección de los canales y de su correcto uso.

No obstante lo anterior, nadie puede evitar que en las campañas se dé un proceso muy común: la rumorología. “Ciencia” encargada de construir, inventar, propagar o dar por cierto un rumor. El reciente proceso electoral no ha estado exento: se ha inventado información no oficial, se ha interpretado o reinterpretado información oficial, se ha provocado un conocimiento erróneo o ficticio sobre temas que buscan afectar a candidatos, se afirman hechos sin pruebas, se crea el rumor, y nadie investiga, nadie comprueba, nadie explica, nadie exige, nadie castiga.

Los rumores no son gratuitos, tienen un fin; surgen de manera intencionada, son generados para conseguir un determinado objetivo, en su mayoría y en el contexto de una contienda política, son más negativos que positivos, pues buscan desprestigiar al contrincante construyendo y/o resaltando situaciones o actuaciones poco éticas y profesionales, con el objetivo de desacreditarlo ante la opinión pública.

Para desgracia de los salvadoreños y de nuestro sistema democrático, la presente contienda electoral se ha basado por parte de la derecha en no más que rumores, dimes y diretes, entre su candidato, contra los demás contendientes y no en presentar sus propuestas reales, como candidato.

En la actualidad la derecha se ha olvidado por completo de lo esencial en una campaña electoral, si, se ha olvidado de proponer un verdadero plan de gobierno, aceptable para la población, serio, viable a la hora de darle cumplimiento, saber qué proponen para transformar la realidad del país y cómo piensan gobernar a El Salvador, pero sobre todo en qué se diferencian sus proyectos de los otros, pues en las generalidades, el candidato pareciera que tiene las mismas propuestas, la diferencia se establece en los cómo y en la forma en la que dicho candidato de derecha ha llevado su campaña, hecho que la mayoría de las veces se desdibuja por la rumorología, por medio de la cual ellos realizan su campaña pobre y retrasada.

Faltan unos días para la elección presidencial, sin duda la guerra sucia y la rumorología aumentarán; por ello los ciudadanos debemos demostrar nuestra madurez política y nuestro compromiso con la democracia y las instituciones para evitar llegar al conflicto postelectoral que en nada ayudaría a El Salvador, pues ya tiene suficiente con la inseguridad, la violencia, el desempleo, el mediocre crecimiento económico, la inestabilidad económica externa, más otros problemas muy complejos, que vienen de años atrás, que nacieron años atrás y jamás aquellos  gobiernos del pasado se dieron la tarea de darles la importancia debida y combatirlos.

La campaña de la derecha queda a deber a los ciudadanos. Entre la guerra sucia y la rumorología tratan de diluir el planteamiento del candidato de la derecha de basar la campaña en propuestas poco serias, populistas y que no brindan una solución real a los problemas de los salvadoreños.

Aún podemos evaluar sin apasionamientos y dar el voto a quien garantice la paz y la tranquilidad de los salvadoreños, a quien garantice que puede generar, en verdad, los cambios que demanda El Salvador. Los ciudadanos podemos, con nuestro voto, decir que estamos hartos de que se ponga en juego la estabilidad de un país por el capricho de un candidato.

Los rumores abundan, sus fuentes son diversas y las motivaciones tienen diferentes destinos. Este proceso electoral pasará a la historia como un proceso basado en rumores y promesas poco sustentables, lo cual dice mucho del desgaste de nuestros políticos y de la irracionalidad en la forma de hacerse del poder.




sábado, 7 de diciembre de 2013



El Brindis del Bohemio.



En torno de una mesa de cantina,
una noche de invierno,
regocijadamente departían
seis alegres bohemios.

Los ecos de sus risas escapaban
y de aquel barrio quieto
iban a interrumpir el imponente
y profundo silencio.

El humo de olorosos cigarrillos
en espirales se elevaba al cielo,
simbolizando al resolverse en nada,
la vida de los sueños.

Pero en todos los labios había risas,
inspiración en todos los cerebros,
y, repartidas en la mesa, copas
pletóricas de ron, whisky o ajenjo.

Era curioso ver aquel conjunto,
aquel grupo bohemio,
del que brotaba la palabra chusca,
la que vierte veneno,
lo mismo que, melosa y delicada,
la música de un verso.

A cada nueva libación, las penas
hallábanse más lejos del grupo,
y nueva inspiración llegaba
a todos los cerebros,
con el idilio roto que venía
en alas del recuerdo.

Olvidaba decir que aquella noche,
aquel grupo bohemio
celebraba entre risas, libaciones,
chascarrillos y versos,
la agonía de un año que amarguras
dejó en todos los pechos,
y la llegada, consecuencia lógica,
del “Feliz Año Nuevo”...

Una voz varonil dijo de pronto:
—Las doce, compañeros;
Digamos el “requiéscat” por el año
que ha pasado a formar entre los muertos.
¡Brindemos por el año que comienza!
Porque nos traiga ensueños;
porque no sea su equipaje un cúmulo
de amargos desconsuelos...

—Brindo, dijo otra voz, por la esperanza
que a la vida nos lanza,
de vencer los rigores del destino,
por la esperanza, nuestra dulce amiga,
que las penas mitiga
y convierte en vergel nuestro camino.

Brindo porque ya hubiese a mi existencia
puesto fin con violencia
esgrimiendo en mi frente mi venganza;
si en mi cielo de tul limpio y divino
no alumbrara mi sino
una pálida estrella: Mi esperanza.

—¡Bravo! Dijeron todos, inspirado
esta noche has estado
y hablaste bueno, breve y sustancioso.
El turno es de Raúl; alce su copa
Y brinde por... Europa,
Ya que su extranjerismo es delicioso...

—Bebo y brindo, clamó el interpelado;
brindo por mi pasado,
que fue de luz, de amor y de alegría,
y en el que hubo mujeres seductoras
y frentes soñadoras
que se juntaron con la frente mía...

Brindo por el ayer que en la amargura
que hoy cubre de negrura
mi corazón, esparce sus consuelos
trayendo hasta mi mente las dulzuras
de goces, de ternuras,
de dichas, de deliquios, de desvelos.

—Yo brindo, dijo Juan, porque en mi mente
brote un torrente
de inspiración divina y seductora,
porque vibre en las cuerdas de mi lira
el verso que suspira,
que sonríe, que canta y que enamora.

Brindo porque mis versos cual saetas
Lleguen hasta las grietas
Formadas de metal y de granito
Del corazón de la mujer ingrata
Que a desdenes me mata...
¡pero que tiene un cuerpo muy bonito!

Porque a su corazón llegue mi canto,
porque enjuguen mi llanto
sus manos que me causan embelesos;
porque con creces mi pasión me pague...
¡vamos!, porque me embriague
con el divino néctar de sus besos.

Siguió la tempestad de frases vanas,
de aquellas tan humanas
que hallan en todas partes acomodo,
y en cada frase de entusiasmo ardiente,
hubo ovación creciente,
y libaciones y reír y todo.

Se brindó por la Patria, por las flores,
por los castos amores
que hacen un valladar de una ventana,
y por esas pasiones voluptuosas
que el fango del placer llena de rosas
y hacen de la mujer la cortesana.

Sólo faltaba un brindis, el de Arturo.
El del bohemio puro,
De noble corazón y gran cabeza;
Aquél que sin ambages declaraba
Que solo ambicionaba
Robarle inspiración a la tristeza.

Por todos estrechado, alzó la copa
Frente a la alegre tropa
Desbordante de risas y de contento;
Los inundó en la luz de una mirada,
Sacudió su melena alborotada
Y dijo así, con inspirado acento:

—Brindo por la mujer, mas no por ésa
en la que halláis consuelo en la tristeza,
rescoldo del placer ¡desventurados!;
no por esa que os brinda sus hechizos
cuando besáis sus rizos
artificiosamente perfumados.

Yo no brindo por ella, compañeros,
siento por esta vez no complaceros.
Brindo por la mujer, pero por una,
por la que me brindó sus embelesos
y me envolvió en sus besos:
por la mujer que me arrulló en la cuna.

Por la mujer que me enseño de niño
lo que vale el cariño
exquisito, profundo y verdadero;
por la mujer que me arrulló en sus brazos
y que me dio en pedazos,
uno por uno, el corazón entero.

¡Por mi Madre! Bohemios, por la anciana
que piensa en el mañana
como en algo muy dulce y muy deseado,
porque sueña tal vez, que mi destino
me señala el camino
por el que volveré pronto a su lado.

Por la anciana adorada y bendecida,
por la que con su sangre me dio vida,
y ternura y cariño;
por la que fue la luz del alma mía,
y lloró de alegría,
sintiendo mi cabeza en su corpiño.

Por esa brindo yo, dejad que llore,
que en lágrimas desflore
esta pena letal que me asesina;
dejad que brinde por mi madre ausente,
por la que llora y siente
que mi ausencia es un fuego que calcina.

Por la anciana infeliz que sufre y llora
y que del cielo implora
que vuelva yo muy pronto a estar con ella;
por mi Madre, bohemios, que es dulzura
vertida en mi amargura
y en esta noche de mi vida, estrella...

El bohemio calló; ningún acento
profanó el sentimiento
nacido del dolor y la ternura,
y pareció que sobre aquel ambiente
flotaba inmensamente
un poema de amor y de amargura.

De Guillermo Aguirre.