martes, 17 de septiembre de 2013

La Democracia como fin o medio?

Hablemos un poco sobre que es la Democracia. 
En el seno de esta crisis que ha levantado indignados a muchos jóvenes –jóvenes de espíritu, con sueños y capacidad de rebeldía–, se abre la necesidad de un espacio social para la reflexión, para profundizar sobre nuestra realidad y sobre algunos de los factores que constituyen la naturaleza social y democrática de nuestro mundo actual.
Si ante los problemas acuciantes de la crisis económica, el paro, la instrumentalización de los medios de comunicación o de la política en beneficio de intereses partidistas o financieros; si ante los graves desequilibrios mundiales de las guerras, los desplazamientos de refugiados o la pobreza (solo las 10 personas más ricas del mundo acumulan lo que necesitan los más de 1500 millones de seres humanos que se encuentran en la pobreza); si ante todo esto solo nos quedamos en los efectos y no buscamos las causas, creyendo que con realizar un cambio en el sistema democrático o financiero basta, la crisis con sus consecuencias, aunque fluctúe, no hará sino agravarse. El edificio está en ruinas, el terremoto ha puesto de relieve deficiencias estructurales importantes… y algo más.
Qué duda cabe de que son numerosas las cosas que hay que cambiar en el sistema, y deben cambiarse, pero si afinamos nuestro sentido común, más allá de lo que vemos hay un elemento esencial que está fallando, que se está corrompiendo: se trata del propio ser humano y su escala de valores, sus metas, su calidad humana y su sentido.
Ya sé que en este río revuelto muchos saldrán a proponer sus credos o doctrinas como redentores de los males presentes, ya sean progresistas o conservadores, anarquistas, demócratas, republicanos o monárquicos. Soy filósofo, y como tal no puedo sino ahondar en las raíces del problema, y las raíces casi siempre son humanas. Lo cierto es que es necesario revisar las ideas esenciales sobre las que se construyen la convivencia social y nuestros logros democráticos.
Las crisis suponen una buena ocasión para ahondar en nuestros fundamentos, tomar las riendas y poder reorientar nuestra vida.
Gran parte de los vaivenes sociopolíticos de los últimos siglos se han debatido en el difícil equilibrio entre el Estado y el individuo, entre el deber ante la comunidad y la libertad individual. El Estado no puede anular al individuo, pero sin él las garantías de justicia y equilibrio social, especialmente de los más débiles, se desvanecen en una selva donde el más fuerte tiene libre el territorio de caza. Sin embargo, muy a menudo se nos olvida que la finalidad del Estado es el individuo, las personas y no las instituciones o los sistemas, y que sin el compromiso individual no se construye un verdadero Estado que garantice esa justicia social.
Hoy la economía, la política, incluso la ciencia y la tecnología tratan de justificarse a sí mismas como un fin al que finalmente servimos todos, cuando debería ser al contrario: tanto la política como la economía no deberían olvidar que su fin es servir a todos los seres humanos para darles oportunidades de desarrollo y crecimiento personal en un marco de bienestar.
Viene a mi memoria una frase de Einstein (lo reflejo porque no era político sino científico y humanista), para el que la democracia simboliza el respeto del individuo en cuanto persona: “el Estado no puede ser lo más importante: el individuo creador, sensible, solo de él sale la creación de lo noble, de lo sublime. Lo masivo permanece indiferente al sentir y al pensamiento”.
¿Qué es la democracia?
Las democracias actuales suponen una etapa en el devenir histórico en la que el ser humano reconoce su igualdad esencial con los demás afirmando el valor y dignidad de cada individuo y su necesidad de libertad. Recordemos lo que supuso el paso de las monarquías absolutistas o las dictaduras totalitarias a las democracias.
Sin embargo, el concepto de democracia encierra muy variados significados, que generan marcos diferentes de contextualización.
.- Para la mayoría, la democracia es sinónimo del reconocimiento de la dignidad de todos los seres humanos y la necesidad de que el gobierno sirva a las necesidades de todos.
.- Otros ponen el énfasis en la democracia como el gobierno del pueblo para el pueblo frente al gobierno como medio de explotación de los ciudadanos.
.- Muchos resaltan la democracia como símbolo de libertad.
.- El académico dirá que la democracia es el gobierno del “Demos”, los ciudadanos.
.- Algunos reducen su fundamento al sufragio universal –un ciudadano, un voto–, donde lo mejor es lo que decide la mayoría.
.- Para otros, la democracia es, justamente, el respeto por las minorías y los excluidos.
Y así podríamos seguir resaltando matices de un concepto que, de forma general, ha calado en la conciencia social como un sistema que protege las necesidades y la dignidad de las personas frente a los sistemas que las utilizan y explotan.
Sin embargo, tampoco la democracia por sí sola nos garantiza que no haya manipulación, explotación o engaño, si los que obtienen el poder a través del voto de la mayoría carecen de capacitación, valores o escrúpulos.
Reducir la democracia a la idea de “un ciudadano, un voto” es pobre y nos puede conducir a un estrepitoso derrumbe de los propios valores que la han sustentado.
Valores democráticos, valores individuales
Los sistemas democráticos pueden variar en cuanto a los mecanismos de aplicación de sus principios, pero en todos ellos el espíritu está expresado en lo que llamamos valores democráticos.
Justicia social, igualdad, tolerancia, solidaridad, libertad de opinión y expresión, transparencia, etc., son valores sociales de los que se habla mucho, pero que han de ser vividos por cada uno y correspondidos con una ética cívica individual.
Es en el seno de las democracias donde se promulgó la Declaración Universal de los Derechos Humanos para reconocer el derecho a la dignidad humana por encima de todo, incluso y paradójicamente, por encima del propio sistema democrático, fundamentado en la autoridad de la mayoría.
No podríamos aceptar que ningún Gobierno democrático legítimamente constituido pueda vulnerar los derechos humanos. Pierde su legitimidad. Hay una autoridad por encima de la de la mayoría, y es la de los valores contenidos en la carta magna.
El reconocer esto es determinante para recordar que el sistema democrático debe ser un medio y no un fin.
Además, no podemos olvidar que los sistemas no tienen valores por sí mismos aunque hayan sido concebidos para que sirvan a elevados ideales. Los sistemas políticos son canales para que los valores de las personas que constituyen una sociedad se canalicen eficazmente, pero si se pierden los valores en esos seres humanos, el propio sistema no los puede crear.
La democracia es un sistema, una forma de gobierno; dicha forma está constituida por un material que es el material humano. De su calidad depende la calidad del sistema. Es muy sencillo. Especialmente depende de la calidad de los gobernantes, de su calidad humana (valores individuales) y de su capacitación y nivel de desempeño (capacidad profesional), aunque también para saber elegirlos hará falta no estar ciego o cegado.
Ciertamente, no habrá justicia social sin una ética individual.






No hay comentarios:

Publicar un comentario