Cuando el discurso político pierde
credibilidad, con frecuencia se recurre al rumor y a la promesa sin fundamento.
En un país como El Salvador, donde la democracia se mueve en una eterna
incertidumbre, el rumor y la incertidumbre se convierten en arma para la toma
del poder político por parte de improvisados grupos y líderes de pacotilla.
Los rumores son especulaciones no
confirmadas que se intentan dar por ciertas con un fin determinado y que buscan
condicionar el comportamiento de los demás por encima de la verdad. En las
sociedades tradicionales, el rumor corría de “boca en boca”; con los modernos
medios de comunicación, los rumores tienen una fuerza extraordinaria para
formar opinión. Los promotores de los rumores se cuidan mucho cuando promueven
un rumor o una vulgar intriga, nunca señalan fecha, lugar y autores directos de
sus patrañas.
Los aciertos o tropiezos de los
candidatos presidenciales dan muestra de la eficacia de su comunicación.
La
comunicación formal o informal juega un papel importante y trascendente dentro
de una campaña electoral. La transmisión adecuada de la información es
primordial para contar con una campaña eficaz; la eficacia en la transmisión de
los mensajes dependerá de la elección de los canales y de su correcto uso.
No obstante lo anterior, nadie puede
evitar que en las campañas se dé un proceso muy común: la rumorología.
“Ciencia” encargada de construir, inventar, propagar o dar por cierto un rumor.
El reciente proceso electoral no ha estado exento: se ha inventado información
no oficial, se ha interpretado o reinterpretado información oficial, se ha
provocado un conocimiento erróneo o ficticio sobre temas que buscan afectar a
candidatos, se afirman hechos sin pruebas, se crea el rumor, y nadie investiga,
nadie comprueba, nadie explica, nadie exige, nadie castiga.
Los rumores no son gratuitos, tienen un
fin; surgen de manera intencionada, son generados para conseguir un determinado
objetivo, en su mayoría y en el contexto de una contienda política, son más
negativos que positivos, pues buscan desprestigiar al contrincante construyendo
y/o resaltando situaciones o actuaciones poco éticas y profesionales, con el
objetivo de desacreditarlo ante la opinión pública.
Para desgracia de los salvadoreños y de
nuestro sistema democrático, la presente contienda electoral se ha basado por
parte de la derecha en no más que rumores, dimes y diretes, entre su candidato,
contra los demás contendientes y no en presentar sus propuestas reales, como
candidato.
En la actualidad la derecha se ha
olvidado por completo de lo esencial en una campaña electoral, si, se ha
olvidado de proponer un verdadero plan de gobierno, aceptable para la población,
serio, viable a la hora de darle cumplimiento, saber qué proponen para
transformar la realidad del país y cómo piensan gobernar a El Salvador, pero sobre todo en
qué se diferencian sus proyectos de los otros, pues en las
generalidades, el candidato pareciera que tiene las mismas propuestas, la
diferencia se establece en los cómo y en la forma en la que dicho candidato de
derecha ha llevado su campaña, hecho que la mayoría de las veces se desdibuja
por la rumorología, por medio de la cual ellos realizan su campaña pobre y
retrasada.
Faltan unos días para la elección
presidencial, sin duda la guerra sucia y la rumorología aumentarán; por ello
los ciudadanos debemos demostrar nuestra madurez política y nuestro compromiso
con la democracia y las instituciones para evitar llegar al conflicto
postelectoral que en nada ayudaría a El Salvador, pues ya tiene suficiente con
la inseguridad, la violencia, el desempleo, el mediocre crecimiento económico,
la inestabilidad económica externa, más otros problemas muy complejos, que
vienen de años atrás, que nacieron años atrás y jamás aquellos gobiernos del pasado se dieron la tarea de darles
la importancia debida y combatirlos.
La campaña de la derecha queda a deber a
los ciudadanos. Entre la guerra sucia y la rumorología tratan de diluir el
planteamiento del candidato de la derecha de basar la campaña en propuestas
poco serias, populistas y que no brindan una solución real a los problemas de
los salvadoreños.
Aún podemos evaluar sin apasionamientos y
dar el voto a quien garantice la paz y la tranquilidad de los salvadoreños, a
quien garantice que puede generar, en verdad, los cambios que demanda El
Salvador. Los ciudadanos podemos, con nuestro voto, decir que estamos hartos de
que se ponga en juego la estabilidad de un país por el capricho de un candidato.
Los rumores abundan, sus fuentes son diversas y las motivaciones tienen diferentes destinos. Este proceso electoral pasará a la historia como un proceso basado en rumores y promesas poco sustentables, lo cual dice mucho del desgaste de nuestros políticos y de la irracionalidad en la forma de hacerse del poder.
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